Desacertada
Últimamente estoy desafortunada en mis intervenciones en tuiter. No acierto con las conversaciones en las que me infiltro.
Decir que tuiter es público es una obviedad, y que cuando alguien publica un tuit cualquiera puede opinar (y, de hecho, lo hará), también.
Cuando aterricé en tuiter, la manera que encontré de conocer gente fue interactuando con ella. Esto, a mí, también me parece obvio.
Nunca fue mi intención, la verdad, solo una bonita consecuencia.
Llegué a tuiter porque mis hijos hablan conmigo, mucho, y como no podía ser de otro modo, también me cuentan las cosas divertidas que encuentran por redes sociales. Cada vez que hacían un chiste con referencia a un meme me lo tenían que explicar. Supondrás que traducir un meme no es fácil ni divertido, pierde toda la gracia, así que sucumbí y permití a mi hijo que me creara una cuenta.
Lo reconozco, le dije que yo no sabría ni instalarme la aplicación en el móvil como último intento de resistencia a dejarme arrollar por las modernidades.
Así que, de pronto, ¡bum!, heme ahí, con mis dos primeros seguidores: mis hijos, claro, también mis dos primeros seguidos.
Muy bien, ya tengo tuiter, ¿y ahora? Pues ahora vamos a comprobar las maravillas que promete, a ver quién hay por aquí que tenga algo interesante que contarme.
No te voy a explicar cómo funciona eso, una cuenta te lleva a otra, seguidores y seguidos nuevos (bienvenidos todos).
Hasta que entra en escena la realidad, la cruda y puta realidad.
No diré que hoy me he deshecho del embrujo tuitero. Casi diría que tuiter nunca me embrujó del todo, que para algo una lleva a sus espaldas años de experiencia en redes. Lo que sí diré es que no dejo de asombrarme.
De pronto, un día me vi envuelta en dimes y diretes, me silencian quienes se autodenominaban amigos y me bloquea alguien a quien había apoyado desde el primer día en que se cruzó por mi Timeline (en adelante, TL —siempre quise poner una acotación así 🤭—). Pues nada, pues muy bien, allá tú, bonita.
Mira, a mí déjame de pamplinas. Si quieres decirme algo, me lo dices; si no, te callas, pero no me metas en tus mierdas. Bloqueo de vuelta y aquí paz y después gloria.
Tenemos (o deberíamos tener) claro que una cosa es el tono con el que escribo y otra es con el que lo lees. A la inversa también funciona así la cosa, ¿eh?, no te vayas a pensar que a ti se te entiende todo a la primera.
Pero, porque siempre hay peros, existe la bonita vía del diálogo. Aunque, claro, para qué te voy a preguntar a ti, calumniada con las mil razones que me da mi amiga del alma a la que no conozco más que de cruzar cuatro tuits y correr el riesgo de que me cuentes que, en realidad, hace media hora me estaba poniendo verde a mí también.
En fin, a lo que iba, que me disperso: con esto de infiltrarme en conversaciones ajenas me he echado muchas y muy buenas risas. Eso que me llevo.
Pero ayer, ¡ay, ayer! Vaya par de zascas más ricos que me llevé. Y no me ofendo, no estoy contando esto desde el rencor, ni mucho menos, solo desde la reflexión, porque esto me ha llevado a plantearme algunas cosas. Por ejemplo:
- En ambas ocasiones fue con personas con las que había interactuado anteriormente sin problemas, creo. ¿Habrá sido una percepción mía o me estaban dando con la mano abierta?
- ¿Me estoy pasando ya con esto de la interacción pseudoaleatoria?
- ¿Han sido desafortunados mis comentarios?
Disculpada por el tostón. A mi twiter me da mucha pereza, cada vez más... si no fuese por gente como vos...ya me habría ido hace tiempo... (D.Tamurejo)
ResponderEliminarAy, mi estimado señor Tamurejo:
EliminarA mí me gusta tuiter, lo que me da pereza es la gente.
Me gustan las personas, pero de esas hay pocas, tanto dentro como fuera de tuiter.
Sé que hay gente que viene y va, incluso gente que solo se va, y algunas personas me da pena que hayan ido. Aunque, todo hay que decirlo, a las personas no se las pierde por irse de tuiter, no si te consideran persona también.
Usted es una de mis personas favoritas de tuiter, y siempre tendrá mi ventanita abierta para lo que guste.