Oigo cosas

    Me despierta el timbre de la puerta.

    «¿Quién será? ¿Qué está pasando tan urgente para llamar a la puerta a las 3 de la mañana?»

    Salto de la cama y corro por el pasillo. Unos pasos antes de llegar a la puerta freno en seco.

    «No son horas», me digo, así que no abro directamente; la amiga Prudencia toma el control.

    Me termino de acercar despacio y escucho.

    Miro por la mirilla.

    Está oscuro, no está encendida la luz de la escalera, así que no abro y permanezco ahí, pegada a la puerta, aguzando el oído.

   Considero la posibilidad de que, ante la urgencia que ha llevado a alguien a llamar al timbre de mi casa, y debido a lo que me ha podido costar ser consciente del timbrazo y llegar hasta allí, tal vez, quienquiera que fuera, podría estar yéndose ya.

    Corro hacia al balcón.

   Asomo medio cuerpo tratando de vislumbrar si hay revuelo en el portal, alguien alejándose, algo que me indique de quién podría tratarse.

   Nadie.

   Nada.

   Literalmente. Calle desierta.

   Sólo puedo llegar a la conclusión de que nadie ha llamado al timbre, no ha sonado, aunque podría jurar que lo oí.

   Despertar de sobresalto, el susto de la llamada a esas horas más la estridencia del timbrazo, me produce dolor de cabeza, aun sin poder estar segura de haberlo oído.

   No es la primera vez que me pasa. El rebato, la carrera, el nadie, la jaqueca.

  Hacía tiempo que no, aproximadamente un año y medio, pero hoy ha vuelto a pasar.

   Buenos días. ¿Un café?

 

@Trying_Mom

 

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