Acentos, que no tildes

 

    Hace unos días leí un tuit que decía algo así como “esas personas que se van dos días y vuelven con un acento raro” (disculpadme, no recuerdo de quién era y me ha sido imposible localizarlo).

 

    Vengo a decir que sí soy.

 

    Dicen que cuando te crías escuchando varios idiomas desarrollas una facilidad especial para aprender otros. No sé si es verdad ni sé si es por eso, pero sí sé que se me pegan los acentos.

 

    Ni presumo ni me parece tema jocoso, para mí es poco menos que un drama.

 

    Tuve una compañera de trabajo argentina, recién llegada de allá, y lo primero que hice fue disculparme porque no será una burla, pero no podré evitarlo; siempre que intento evitar que un acento se me pegue acabo forzando tanto el mío que termino teniendo uno extraño que no reconozco, y eso sí es raro.

 

    También tuve una compañera en el cole que tenía un tic, y también se me pegó.

 

    ¿Soy tonta? ¿Soy empática?

    Sí a todo, pero no lo puedo evitar y no voy a seguir intentándolo.
 
 
 

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