Miedo
Estoy sentada leyendo y no me atrevo
a moverme. Es de noche, aunque apenas son las ocho de la tarde. No los veo,
pero sé que están ahí. Siempre están ahí acechando entre las sombras.
Necesito ir al baño, también
tengo hambre, no puedo aguantar más. Decido intentarlo. Tendré mucho cuidado
esta vez. Trataré de que no oigan mis pisadas, ni mi respiración, aunque apenas
muevo un pie y ya puedo oír yo las suyas.
Los oigo saborear, relamerse,
babear.
Sé que me están observando como
sé que saldrán a mi encuentro. La única sorpresa es por dónde aparecerán esta
vez, desde dónde llegará el ataque. Porque llegará, estoy segura, cada día pasa
lo mismo.
Me ha parecido ver un brillo
fugaz, estoy segura de que era uno de sus ojos. Ya están aquí.
Me armo de valor, aprieto el
móvil entre las manos y me pongo de pie.
Oigo sus pasos. Se están
preparando para asaltarme.
Quizá, si esta vez llego a
encender la luz un poco antes…
Al primer paso se abalanzan sobre
mí, me zarandean, me mordisquean, casi me derriban en mi carrera hacia la
cocina.
Y aquí estamos, yo poniendo sus
cuencos de comida, ellos saltando y babeando a mi alrededor.
¡Por Dios, parece que estos perros no hayan comido en ocho días!
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