Los viejos roqueros nunca mueren, de José Luis Romero
Leída, releída, disfrutada y gozada, esta novela nos lleva de nuevo al encuentro con Evaristo Conrado.
Ya no me sorprende que José Luis Romero no deje de sorprenderme con sus tramas, con su narración y con sus frases magistrales.
La trama gira en torno a un conocido de Conrado, de esos de los que hace años que no sabes nada más que lo que sale en la prensa, pero que, cuando necesitan algo, se acuerdan de ti.
La narración, una vez más, es de las que llamamos «fácil de leer» porque te envuelve, te mete prisa, te hace correr por toda Barcelona, te angustia y te intriga sin darte cuenta de que se te está olvidando dormir (y respirar a veces). Solo el escritor sabe lo difícil que es hacer que sea fácil de leer. José Luis Romero lo consigue.
Y todo esto salpicado con frases como «Una puerta vieja y con mugre cicatrizada en las rendijas», que las deja caer como si nada pero que tienen un potente significado.
Llena de detalles, matices a priori insignificantes, pero que le dan el contexto necesario a la historia.
Estoy deseando saber qué nuevas historias se guarda este autor en la chistera para hacernos vibrar.
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