Mi padre no era especial
Mi padre nació en 1929. Hijo de Juan y de María, como se decía antes.
Se casó en 1954 locamente enamorado y tenazmente enfrentado a su familia.
En 1957 emigró como tantos otros porque había que ganarse las habichuelas.
Siempre tuvo un gran sentido del humor. Ingenioso, inteligente, sarcástico y, cómo no, absurdo y básico también.
Nunca le gustaron los niños
—supongo que convivió con demasiados durante aquellos años— , siempre decía que
ya había criado a sus hijas y no tenía por qué aguantar a los hijos de los demás,
pero se desvivió por sus hijas y sobrinos
Fruto de su generación, era un padre ausente de lunes a viernes. Por las mañanas trabajaba en una chatarrería; por las tardes era celador en un hospital. Eso sí, los viernes, que nos dejaban acostarnos más tarde, podíamos cenar con él.
Los domingos eran el día de ir a Misa y lo que surja. Daba igual un paseo por la ciudad que salir al campo.
No, mi padre no era una persona especial. Mi padre era PADRE.
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