Acoso

Ya estamos, ahí viene otra vez. Es que no falla ni un solo día. Dice que está trabajando, que no puede evitarlo, pero estoy convencida de que no es cierto.

    Vale, tal vez, y solo tal vez, en alguna ocasión habrá sido sin querer —bueno, sin querer del todo—, pero estoy segurísima de que ni siquiera intenta evitarlo. Por no hablar de cuando ya es una cosa descarada. Si es que va a por mí, que lo sé yo.

    Mírala, la tía loca. ¡Si es que esos meneos no son normales! Que no, que no es cosa mía, no son suspicacias ni manías, mírala y dime si a ti te parece normal.

    Puedo entender muchas cosas: que su trabajo puede ser extenuante —insisto, ese ajetreo exacerbado no ayuda al descanso, ni al suyo ni al de nadie—, que este espacio donde estamos las dos es reducido, incluso que su jefe es muy exigente con los resultados esperados, pero ¡caramba, un poco de cuidado ya podía tener, que no veas los empujones que me pega!

    Yo también tengo trabajo y no me verás moverme de mi sitio. ¡Y bien sequito que lo dejo todo!

     Ahora, dime: ¿Tú ves normal esos movimientos tan exagerados para un centrifugado?


@Trying_Mom

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